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 Las ultimas horas de la muerte de Che Guevara

Publicado el domingo, 21 de septiembre de 1997 en El Nuevo Herald

"Yo enterré al Che"

JUAN O. TAMAYO Redactor de El Nuevo Herald

 

…A los 61 años, delgado, de cinco pies nueve pulgadas de estatura, una incipiente calvicie y la tez tan rubia que casi parece escandinavo, Villoldo es la perfecta imagen del abuelo y el propietario agricultor.

 

Pero éste fue el agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) que persiguió al Che, que lo rastreó desde el Caribe hasta África y de allí a América Latina, para vengar la muerte de su padre y luchar contra el comunismo de Castro.

 

Fue Villoldo quien recogió el cuerpo del Che, que estaba en la lavandería de un hospital en la selva boliviana, en 1967, y lo enterró en secreto, para negarle la posibilidad a La Habana de reverenciar los restos como un monumento a la revolución.

Y fue Villoldo el que se ofreció este verano (2007) para desenterrar los restos, desatando una carrera tripartita por los preciados huesos, en una lucha entre Villoldo, los cubanos que querían ganar una histórica batalla de propaganda y los bolivianos que querían una atracción turística.

 

Villoldo ha decidido romper el secreto, en su primera descripción pública del entierro del Che en 30 años, y su historia contradice la versión cubana de cómo recuperaron los huesos de Ernesto Guevara.  Tan seguro como que estoy aquí puedo decirle que sé exactamente cuántas personas enterré y exactamente dónde las enterré'', dice Villoldo.

 

El centro de la historia de Villoldo es la muerte de su padre. Pocos días después del derrocamiento de Fulgencio Batista, el 1ro. de enero de 1959, el joven Villoldo fue arrestado durante 10 días y acusado por un cesanteado empleado de la agencia de automóviles y planta de ensamblaje que poseía su padre en La Habana. Y pocos días después, el Che personalmente ordenó la ocupación de la firma, Villoldo GM, y su parque de unos 360 vehículos, alegando que había recibido injustas exenciones tributarias de Batista.

 

El 16 de febrero de 1959, mi padre se suicidó'', recuerda Villoldo.  "Se tomó una botella completa de pastillas para dormir y dejó una serie de notas para su familia, acusando a los `barbudos' de arruinarlo. Todavía las guardamos''.

 

Villoldo se fue de Cuba 29 días después e inmediatamente se unió a los exiliados anticomunistas en Miami. Como jefe de inteligencia y seguridad del ala aérea de la Brigada 2506, participó en dos vuelos en B-26 sobre Bahía de Cochinos pero eludió ser derribado y regresó sano y salvo a la pista secreta en Nicaragua denominada Happy Valley.

 

Villoldo se ganó entonces una comisión como segundo teniente en el Ejército de Estados Unidos para entrenarse en guerrillas y tácticas contrainsurgentes. Se trasladó a la CIA en 1964.

 

Villoldo se infiltró entre 30 y 40 veces en Cuba por períodos que comprendieron entre unas horas y 20 días, en misiones de sabotaje y de otro tipo, tanto de la CIA como de otras agencias de inteligencia, entre 1959 y 1971, un conteo confirmado por un ex oficial de la CIA que lo conocía de aquella época.

 

Hizo trabajos clandestinos contra grupos insurgentes izquierdistas de Guatemala, el Congo Belga, Bolivia y Ecuador. Se retiró de la CIA en 1970.

 

A principios de 1965, la CIA comenzó a oír rumores sobre el plan del Che de exportar la revolución castrista. Inmediatamente, los oficiales de la CIA pusieron a Villoldo y a otros cubano-americanos tras la pista del argentino.

Villoldo dirigió a un grupo de agentes cubano-americanos de la CIA, en el  Congo más tarde ese año, El Che apenas tuvo tiempo de escapar, cruzando a la cercana Tanzania con otros 120 cubanos, después que el gobierno aplastó a las fuerzas insurgentes.  Las órdenes de Villoldo en la CIA eran de localizar al Che, recuerda, "pero mi intención era cogerlo, vivo o muerto''.

Del Congo y luego de varios meses de recuperación física y mental, el Che pasó a Bolivia, donde apenas estuvo 12 meses. Los últimos cuatro los pasó huyendo de un batallón de Rangers del ejército boliviano, entrenados por los Boinas Verdes del Ejército de Estados Unidos y asesorados por un equipo de tres exiliados cubanos que trabajaban para la CIA.  Dos de los otros tres hombres de la CIA, el radio operador Félix Rodríguez y el asesor de la policía urbana José García, ofrecieron sus propias versiones en libros sobre la cacería del Che.

Entre sus tareas estaba evaluar la información obtenida del interrogatorio al escritor Regis Debray, que había sido capturado tras visitar al Che en la selva boliviana. Villoldo dijo que Debray "habló hasta por los codos''.

 

El Che, de 39 años, fue herido y capturado en una emboscada el 8 de octubre de 1967. Dos Rangers bolivianos lo ejecutaron al otro día, en una escuela de ladrillos de barro en el pueblo de La Higuera, obedeciendo órdenes del entonce dictador militar de Bolivia, René Barrientos.

El cadáver del Che fue llevado el 9 de octubre a una granja cercana en Vallegrande, donde los Rangers que lo persiguieron habían establecido una base cerca de un aeródromo. El cuerpo fue exhibido a campesinos y periodistas las próximas 24 horas, en una camilla colocada sobre un mostrador de cemento en la lavandería del hospital de Nuestra Señora de Malta. Luego desapareció 30 años.

"En ningún momento ni yo ni la CIA tuvimos participación en la ejecución del Che'', dijo Villoldo. "Esa fue una decisión del mando boliviano''.

Gary Prado, el capitán que mandaba la compañía de Rangers que capturó al Che, y que posteriormente llegó a general, insistió durante años en que el cuerpo había sido cremado y las cenizas aventadas. Otros murmuraban que había sido tirado desde un helicóptero en lo profundo de la selva.

 

Pero luego, a fines de 1995, el general boliviano retirado Mario Vargas dijo al autor norteamericano John Lee Anderson, que estaba escribiendo una biografía del Che, que el cuerpo había sido enterrado cerca de la pista de Vallegrande. Posteriormente, Vargas admitió que había basado su historia en rumores que, irónicamente, resultaron correctos.

 

Súbitamente, el pueblecito de 8,000 habitantes estaba lleno de antropólogos forenses y geólogos cubanos. Se las arreglaron para ubicar cinco restos, apenas una fracción de los 32 guerrilleros muertos en el área en 1967 y enterrados en tumbas sin marcas.

Pero durante los 16 meses siguientes no hubo indicios del cuerpo del Che.

 

Entonces, en la primavera, Villoldo reapareció e hizo un ofrecimiento de gran impacto.

En un mensaje enviado el 23 de abril y hecho llegar clandestinamente a Aleida, hija del Che y partidaria de Castro que vive en La Habana, Villoldo ofreció personalmente desenterrar los restos del Che y entregárselos por razones humanitarias.

 

Villoldo escribió que sólo dos años antes había creído que los restos del Che deberían de permanecer escondidos. Pero varios factores, añadió, lo habían llevado "a una profunda reconsideración''. "No he renunciado a los principios personales, ideológicos y políticos que me llevaron a luchar contra Ernesto `Che' Guevara'', le escribió a Aleida. "Pero de la misma forma en que Estados Unidos quiere tener los restos de sus muertos en Corea y Vietnam, la viuda y los hijos de Guevara también tienen el derecho a reclamar su cuerpo''.

 

Puso dos condiciones. No quería política ni propaganda, porque no quería exponerse a los ataques de los exiliados de Miami que pudieran discrepar de su decisión de cooperar. "Soy un exiliado político y vivo en una difícil sociedad de exiliados, cargada de múltiples presiones''. Y quería control exclusivo de toda la publicidad. Dijo que cualquier ganancia derivada de la casi segura explosión publicitaria debía donarse a becas destinadas a estudiantes bolivianos de medicina.

 

Ahora Villoldo reconoce haber tenido otra preocupación: puesto que era probable que los huesos del Che fuesen recuperados tarde o temprano, ya que después de todo los cubanos excavaban en el sector correcto, participar en las excavaciones le restaría lustre al probable triunfo de Castro.

 

Pero, en realidad, la oferta de Villoldo desató una carrera por los restos entre los cubanos, Villoldo y hasta los mismos bolivianos, que querían mantener la tumba del Che en Vallegrande como atractivo turístico y monumento político.

 

"Me dijeron que a Fidel le dio un ataque porque no podía permitir que el `gusano' que asesoró al ejército boliviano en la cacería del Che y el hombre que sabía dónde estaba enterrado fuera el hombre que lo devolviera a Cuba''.

Mientras, los funcionarios municipales de Vallegrande declararon que los restos del Che eran "patrimonio nacional'' y declararon una moratoria a las excavaciones hasta mediados de junio.

 

Villoldo había contratado a una firma cuyo radar de búsqueda en tierra pudiera localizar el lugar de la tumba del Che, en caso de que le fallara la memoria, y negoció en Miami con un equipo de televisión de tres miembros para filmar la búsqueda.

Niega haber querido publicidad para él mismo. "Quería que la historia supiera exactamente cómo sucedieron las cosas'', dijo.

 

Villoldo había hecho reservaciones en un vuelo del 26 de junio de Miami a Bolivia y, tras mucho cabildeo, consiguió permiso de búsqueda del ministro de Recursos Humanos de Bolivia, Franklin Anaya, ex embajador en La Habana y autor de un libro simpatizante con el régimen cubano, que actuaba como enlace boliviano con los antropólogos cubanos.

 

Hubo júbilo cuando se halló el segundo cuerpo, que estaba en el medio del grupo de tres, y se descubrió que no tenía manos. Las manos del Che habían sido amputadas tras su muerte como prueba de la misma.

 

Pero los restos del Che todavía tenían que ser oficialmente identificados por funcionarios del gobierno de Bolivia, para que pudieran ser liberados y llevados en avión a Cuba.

 

Y así, en la oscuridad de la noche del 5 de julio, una caravana de 10 vehículos hizo un viaje de cinco horas, una carrera de 150 millas a gran velocidad por traicioneros caminos de montaña, para transferir los restos a la capital provincial de Santa Cruz.

Luego, los restos sin manos fueron rápidamente identificados. Los dientes concordaban perfectamente con un molde plástico de los dientes del Che hecho en La Habana, antes de que saliera para el Congo, para que se le pudiera identificar en caso de morir en combate. Y había un elemento adicional, que reveló al Herald Jaime Nino de Guzmán, que fue mayor del ejército boliviano y piloto de helicóptero en 1967 y que había visto vivo al Che como prisionero en La Higuera mientras transportaba oficiales y suministros, el Che tenía muy mal aspecto, recordaba Nino de Guzmán el mes pasado desde su casa de La Paz. "Me dio pena, se veía tan terrible, que le di mi bolsita de tabaco importado para su pipa. Sonrió y me dio las gracias'', recordó el piloto en una entrevista telefónica.  Treinta años después, dijo Incháurregui, él estaba inspeccionado un chaleco azul desenterrado cerca de donde se habían encontrado los restos sin manos y encontró un pequeño bolsillo interno, casi escondido y aparentemente pasado por alto por los soldados que registraron el cuerpo del Che. Dentro tenía doblada una bolsita de picadura de tabaco.

Con todo, queda un misterio. La tumba donde los cubanos encontraron los otros siete restos no concuerda en detalles significativos con la tumba donde Villoldo dice que enterró al Che y a otros guerrilleros.

"No puedo explicarlo'', dijo. "Ese fue el momento más importante de mi vida y puedo recordar detalles como si hubieran acabado de pasar aquí mismo. Y no juegan''.

Villoldo oyó sobre la captura del Che cuando estaba en un puesto avanzado de los Rangers en una aldea cercana. Villoldo se apresuró a ir a Vallegrande. Llegó el 9 de octubre, sólo dos horas antes de que el helicóptero con el cadáver del Che aterrizara en una pista de tierra repleta de centenares de periodistas y curiosos.

Al otro día, el 10 de octubre, altos jefes militares bolivianos y Villoldo se reunieron en el restaurante del único hotel de Vallegrande, el Hotel Teresita, de dos pisos, para discutir qué hacer con los restos del Che, recuerda.

 

Los comandos del ejército finalmente decidieron amputarle las manos al cadáver para identificación futura, y después enterrar el cuerpo en secreto. El jefe del ejército, el general Alfredo Ovando, asignó a Villoldo la ejecución de las órdenes. Los periodistas bolivianos retrataron a Villoldo mirando por encima de los hombros de los dos médicos que hicieron una rápida autopsia, y después de haberse ido la prensa, se le amputaron las manos al cadáver. Fue entonces cuando Villoldo le cortó un mechón de la escasa cabellera, para dárselo a un boina verde de Estados Unidos que se lo pidió. Pero admitió con cierta renuencia que él se quedó con parte del mechón. Todavía tiene el mechón, pero no lo ha mostrado nunca en público.

Villoldo dice que le dieron un guardia de seguridad, un chofer para transportar el cadáver y otro chofer para la niveladora que se usaría para enterrarlo.

Durmió una siesta y despertó aproximadamente a la 1:45 a.m. y se dirigió a la lavandería del hospital. El cadáver del Che estaba encima de un lavadero de la lavandería. En el piso de tierra, a un par de pies de distancia, estaban los cadáveres de otros dos rebeldes.

Es el mismo escenario descrito por el piloto de helicópteros Nino de Guzmán y por Alberto Suazo, que en 1967, cuando era un joven reportero de United Press International, vio el cadáver del Che en el hospital, y recuerda haber visto otros tres o cuatro cadáveres de guerrilleros colocados en el patio, detrás del hospital, lo cual concuerda con el relato de Guzmán de haber transportado siete cadáveres.

 

Villoldo insiste en que él sólo vio los cadáveres del Che y de otros dos personas.

 

                                           GUSTAVO VILLOLDO - Exiliado cubano y veterano de la CIA.

 

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HIMNO NACIONAL

Fue el patriota Perucho Figueredo quien compuso, en 1867, la música del Himno. Más tarde, en 1868, cuando las tropas independentistas tomaron la ciudad de Bayamo, el propio Figueredo escribió la letra:

LETRA DEL HIMNO

AL COMBATE, CORRED, BAYAMESES,

QUE LA PATRIA OS CONTEMPLA ORGULLOSA;

NO TEMÁIS UNA MUERTE GLORIOSA,

QUE MORIR POR LA PATRIA ES VIVIR

 

EN CADENAS VIVIR, ES VIVIR

EN AFRENTA Y OPROBIO SUMIDO;

DEL CLARÍN ESCUCHAD EL SONIDO;

¡A LAS ARMAS, VALIENTES CORRED!

 

EN CADENAS VIVIR, ES VIVIR

EN AFRENTA Y OPROBIO SUMIDO;

DEL CLARÍN ESCUCHAD EL SONIDO;

¡A LAS ARMAS, VALIENTES

 CORRED!

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