NOSTALGIA
Al exiliado y al emigrante les persigue el recuerdo. A los dos por
igual: aunque el origen de la condición del primero sea una fuga y
la del otro un abandono. El exiliado mira más desesperadamente al
pasado, relaciona su desplazamiento con la desgracia y no con la
suerte, como hace el emigrante.
A ambos les obsesiona el regreso, pero con diferentes intensidades.
Para el exiliado se trata de una cuestión moral que implica la
restauración de un prestigio y el merecimiento de una razón
política, cuando no histórica o religiosa. El emigrante regresa por
método: la vuelta es un recurso que restablece lo dejado en la
frontera de las nuevas adquisiciones.
De cualquier modo, los límites entre estas dos condiciones son muy
relativos. Quien emigra para vivir mejor, para salvar a su familia
de la violencia, para darle mejor alimentación o educación a sus
hijos, está poniendo en entredicho, con su decisión, la capacidad
política de su gobierno para proceder eficientemente. El exiliado
por su parte, digámoslo de una vez, tiende a comportarse también con
una lógica migratoria, pues incluso aquellos perseguidos más
sublimes, por una razón u otra, no escogen como refugio países de
igual o inferior estándar económico que el suyo, sino generalmente
las solventes democracias de Europa y los Estados Unidos.
La relatividad de estas ecuaciones debería tenerla en cuenta esa
parte de la comunidad cubana que liga el derecho a la costumbre, la
credibilidad política al tiempo de las personas en territorio extra
insular, tendiendo a llamar despectivamente “emigrantes” a los
cubanos que están salendo últimamente de la isla, como si ese título
implicara cierto descrédito ante el otro pretendidamente más selecto
de “exiliado”. Baste decir por ahora que esa llamada emigración
cubana de (pen)última hora es también política, así
solo sea porque demuestra con su obstinada decisión de establecerse
en cualquier sitio, ya sea en un país de África o en la nación más
pobre del Caribe, que el “comer jamón” tiene complejas connotaciones
que le acercan a la lógica libertaria que hasta ahora se ha creído
privativa del exiliado.
La nostalgia y la melancolía son dos actitudes, o poses, que se
proyectan sobre el pasado. La nostalgia juega con el recuerdo, es
leve, “cool” , y puede provocar en el paciente (aquel que sufre y
espera) y una suerte de gozo en la evocación. De ahí que resulte
coherente que un famoso espacio de Miami, donde se disfrutaba el
presente con máscara de pasado, haya sido bautizado por su
propietario, el empresario cubano Pepe Horta, como Café Nostalgia,
no Café Melancolía. La nostalgia se disfruta, la melancolía se
padece.
Hoy la nostalgia, tanto en Miami como en La Habana, es una jugada en
el mercadeo de la cultura; forma parte de una empresa que trata de
satisfacer al cliente memorioso sirviendo la historia en un nuevo
embalaje. El presente cubano se valoriza como mercancía porque es el
pasado de otras naciones del mundo; los hippies de los 60 pueden
encontrar en La Habana muchos signos de su juventud. Fidel Castro,
como parte de ese presente, es el Buena Vista Social Club de la
política.
A diferencia de la nostalgia que es accesible y se infla en el
mercado, la melancolía es aristocrática, elevada, y marcadamente
improductiva; por eso es de poco interés para los comerciantes de
imágenes. La melancolía permite experimentar el pasado, pero produce
una herida. Es, como dice el sociólogo mexicano Roger Bartra, una
suerte de jaula. Ella es fuente de sentimientos lánguidos y hondos:
puede llevar al poema, al rezo.
Se dice con razón que Miami ha cambiado, y parte de ese cambio está
en la historia: Miami ya tiene otro pasado. La llamada Cuba de ayer
no es ahora solamente la anterior a 1959; es de ayer también la Cuba
de los 60, 70, 80 y hasta de los 90. Resulta entonces que el objeto
de la melancolía, pero sobre todo el de la nostalgia, se ha renovado
radicalmente. Sí, aunque algunos no lo crean, el pasado inmediato ha
dejado vivencias que mucha gente echa de menos: es que no se trata
solo de política, sino también de amistad, de amor, de juventud.
Emilioichikawua/US- MUNDO
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