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Entrevista
con Huber Matos
Juan González
Febles
Huber Matos
en su libro
“Como llegó la noche”
ofrece el testimonio
de, quien siendo uno de los más importantes jefes de la revolución
cubana, se ve inmerso en un proceso sumario, acusado de
“conspiración” y condenado a 30 años.
Los largos años
de maltratos y huelgas de hambre detalladamente documentados en el
libro- no lograron hacer mella en la voluntad ni en los principios
de este maestro pedagogo dedicado a la causa de su patria: Una Cuba
independiente y democrática.
Hoy, en vísperas de cumplir sus 90 años, nos concede esta
entrevista.
J.G.F En su
libro “Cómo llegó la noche” relata minuciosamente una serie de
hechos que se convierten en claves para comprender la Historia
reciente de nuestro país. ¿Sabe usted, que a pesar de ser un texto
prohibido, el mismo circula y es leído con gran interés en Cuba?
¿Cree, que esto sea el comienzo del triunfo de la verdad contra
tantos años de difamación hacia su persona?
H.M. Sí, creo que
se está haciendo claridad después de tanta distorsión. Creo que el
libro contribuye a poner en claro muchas cosas que para gran parte
de los cubanos estaban vistas a través de la Historia propagada por
el gobierno.
J.G.F. En la
madrugada del 10 de marzo de 1952, tras dar un golpe de estado,
Fulgencio Batista ocupa la presidencia de la nación. ¿Qué
consecuencias tuvo para Cuba este suceso?
H.M. Fue lo que
desgraciadamente abrió las puertas a la revolución. Sin el golpe de
estado no hubiese acontecido ese proceso tan traumático para la
nación cubana.
Ya en la década
del cuarenta habíamos arribado a la mayoría de edad de nuestra
república, al aprobarse, con la participación de todos los partidos,
una Constitución. Una de las más modernas de su tiempo: la
Constitución del 40. A partir de entonces, se sucedieron los
gobiernos que el pueblo elegía por el término de cuatro años. Al
primer mandato de Batista, le siguió el de Grau San Martín y ya, al
final del gobierno de su sucesor, Prío Socarrás, precisamente en la
víspera de las elecciones, es cuando Batista toma de forma violenta
el poder utilizando sus vínculos con los militares.
Eso fue un hecho
que estremeció a toda la población. Fue una flagrante violación de
los derechos fundamentales del pueblo de Cuba.
Había que dar una respuesta. Desgraciadamente la respuesta pacífica,
las respuestas concertadas no fueron suficientes.
J.G.F. ¿Por qué
se une al movimiento 26 de Julio?
H.M. Decido
unirme al 26 de Julio cuando, a pocos días del desastroso desembarco
del Gramma, el grueso de los expedicionarios son emboscados y
muertos, o capturados y rematados, en un lugar conocido como Alegría
del Pío. Algunos de esos expedicionarios habían sido alumnos míos en
Bayamo y en Manzanillo. Esa atrocidad colma una serie de hechos, y
me decido a pasar de las acciones cívicas a la lucha armada. Y por
lo tanto a involucrarme en el movimiento. Ya anteriormente Celia
Sánchez me había pedido que me incorporara y me había hablado, con
mucha fe, de Fidel y de su compromiso de devolverle a Cuba su
constitucionalidad. Era un proyecto con una amplia repercusión
social donde no cabía de ninguna manera el establecimiento de un
régimen totalitario.
J.G.F. Usted
expresa en su libro un gran respeto por Celia Sánchez...
H.M. Celia era
una mujer muy sincera, valiente y con una clara vocación de
sacrificio. Poseía una gran capacidad de trabajo y era una excelente
organizadora.
Celia me conocía
perfectamente y nos demostrábamos un mutuo respeto. Yo estoy seguro
de que a ella le dolió mucho mi caso y que siempre esperó poder
hacer algo por mí mientras estuve en prisión.
J.G.F. ¿Cómo en
tan poco tiempo, en apenas nueve meses, alcanza el grado de
comandante, al frente de la columna número nueve, una de las más
grandes, y llega a convertirse en uno de los hombres fundamentales
en la derrota del ejército de la dictadura?
H.M. Fueron nueve
meses de constante trabajo y de una entrega total a la causa. Tuve
la suerte de tener una formación que me ayudó a desempeñar con éxito
las misiones que me iban encomendando. Esa formación se la debo a
mis padres y a la Historia de nuestro país. A nuestros próceres como
Martí, Agramonte y a todos esos cubanos que renunciaron a la
comodidad de sus bienes para levantarse en armas y conquistar la
independencia.
J.G.F. Pero los
hechos que narra en su libro demuestran además: un gran conocimiento
de la zona, un dominio de la estrategia y una excelente organización
en la preparación de las defensas. La gran mayoría de las acciones
que dirigió fueron exitosas, desde el cargamento de armas que llevó
a la Sierra Maestra, hasta una gran parte de los combates más
importantes que se dieron contra el ejército: como los
enfrentamientos con la tropa de Sánchez Mosquera. No podemos dejar
de valorar también, el respeto que los hombres bajo su mando le
profesaban. ¿No cree que su participación en la Historia ha sido
ocultada intencionalmente?¿No cree que su ejemplo es temido por
quienes ejercen el control de la información en nuestro país?
H.M. Bueno,
siempre traté de dar el mejor ejemplo posible, muchos de los que nos
encontrábamos allí estábamos dispuestos a dar nuestras vidas.
J.G.F. En el
libro muestra usted su disgusto por el juicio que Raúl Castro,
siendo jefe del Segundo Frente Oriental, organiza contra el
Comandante Higinio Díaz. A quien, de manera muy irregular, acusan y
condenan por alta traición. ¿Cree que el mismo es un modelo que se
repetirá después con otros juicios similares, como el que fue
llevado a cabo contra usted en 1959 o el que culminó con el
fusilamiento del General Ochoa en 1989?
H.M. Yo creo que
sí. Raúl es un individuo que siempre se caracterizó por ese tipo de
intrigas. Al igual que el hermano. A pesar de las humillaciones que
Fidel le hacía a Raúl constantemente, se hermanaban en este tipo de
maniobras. Fueron distintas situaciones pero es la misma forma de
actuar, inescrupulosa e injusta.
J.G.F. Fidel
Castro lo acusa públicamente de alta traición, sin que usted pudiera
contestar y defenderse hasta el día en que fue juzgado a puertas
cerradas ¿Cree que los hechos han demostrado su inocencia y la
veracidad de sus temores, por los cuales presento su famosa carta de
renuncia?
H.M. El principal
motivo de mi carta de renuncia fue el alejamiento de la revolución
de las promesas de recuperar la constitucionalidad destruida por el
golpe de estado. Además del lenguaje demagógico y las acciones
populistas radicales que nos acercaban, cada vez más, al modelo
totalitario de las dictaduras comunistas. Eso desgraciadamente fue
en lo que se convirtió la revolución. No era yo el equivocado, ni
era yo el que engañó a la población. Mi actitud fue honesta y de
rechazo a la dirección que estaba tomando nuestra nación. Hoy
mantengo la misma postura y creo que lo más importante es aprender
de la Historia y convertir estas frustraciones en energía y voluntad
para rescatar al país de la miseria material y moral en que lo deja
el castrismo.
J.G.F. ¿A qué
atribuye el no haber sido fusilado?
H.M. Eso fue algo
que les salió mal a los hermanos Castro.
Ellos cometieron el error de llenar la sala del juicio con jóvenes
oficiales del Ejército Rebelde, a los cuales les habían llenado la
cabeza con acusaciones en mi contra, con la intención de que
apoyaran la sentencia gritando PAREDÓN, como usualmente hacían en
algunos juicios públicos. Pero como estaba convencido de que
me iban a fusilar, no tenía nada que perder y dije toda la verdad
que tenía por dentro. Expuse todas mis razones con toda la
vehemencia, la pasión y la claridad de quien deja una constancia
para la Historia. Y, contrariamente a lo que los Castro esperaban,
ese público de militares, aplaudieron fuertemente mis palabras.
Aún así, escuchando los aplausos, yo estaba convencido de mi
sentencia a muerte. Pero estaba satisfecho, porque mi intención en
aquel momento no era defender mi vida, sino a todo lo que había dado
sentido a mi vida.
J.G.F. Son muchos
los que aseguran que la
desaparición del comandante Camilo
Cienfuegos tiene una directa relación con la participación que tuvo
en su detención. ¿Qué puede decir al respecto?
H.M. Estoy seguro
de que su muerte no es ajena a esos hechos. Cómo desapareció, no lo
sé. De que lo mataron, no tengo la menor duda. Camilo era un
amigo, un hombre muy sincero y sin dobleces. Cuando lo envían a
detenerme y a hacerse cargo del mando en Camaguey, a pesar de la
tensión, siempre mantuvo una actitud conciliadora.
Tuvimos una conversación en la que le expliqué mi asombro por las
acusaciones y el malestar que sentían todos los oficiales de mi
estado mayor...Todo se va a aclarar, Huber...me insistía. Pero
cuando se comunicó telefónicamente con la Habana, lo que no pude oír
lo supe por la expresión de su cara. Fidel ni siquiera le permitió
terminar de hablar cuando Camilo le dijo: ...Ya todo está aclarado,
es un malentendido... Era claro que lo había cortado bruscamente
porque permaneció callado, escuchando, con el rostro ensombrecido.
El estaba en medio de una situación sumamente difícil, por una parte
me conocía y sabía la falsedad de las acusaciones, y por otra
siempre había confiado en Fidel.
Hasta el último momento quiso ayudarme. Estando en el calabozo
esperando el juicio me hizo llegar dos mensajes con una persona de
su confianza -alguien que no quiero revelar su identidad, algún día
se podrá decir, para que conste en la Historia - en ambas ocasiones
intentaba convencerme de la necesidad de escapar, asegurándome que
él se hacía cargo del cómo.
Escapar para mí no tenía sentido. En ese momento lo que más yo
quería era responder, aclarar mi posición dignamente. Pero él volvió
a insistir en que no se podía permitir que el juicio se diera, que
la única solución era la fuga y que él se hacía cargo de todo.
Yo me negué. Después con el tiempo me di cuenta de que él estaba
presionado, que estaba obligado a presidir el tribunal militar que
me iba a juzgar. De hecho quien lo preside es Sergio del Valle que
era quien seguía en jerarquía a Camilo. Camilo era el Jefe del
Estado Mayor y el que sigue en jerarquía era el tercer oficial, el
Jefe de Operaciones que ese era Sergio del Valle.
Lo difícil de su situación lo prueba su intervención en el acto que
participa frente al Palacio Presidencial, donde dice su último
discurso, el cual cierra con los versos de Bonifacio Byrne. En
donde no me ataca y ni siquiera me menciona. A diferencia de los
otros oradores que hacen leña de mi caso. Principalmente Fidel, que
cierra el acto y concentra los ataques más virulentos contra Díaz
Lanz y contra mí.
Ese gesto final de Camilo determinó su sentencia.
J.G.F. ¿Existe
algún hecho de su vida política en el cual prefiriera no haber
participado?
H.M. Si yo
hubiese sabido el desastre que ha sido la revolución, hubiese
preferido no haber participado. Pero no me arrepiento de haber hecho
algo contra el gobierno de Batista.
J.G.F. ¿Usted
volvería a enfrentarse al gobierno de Batista tal como lo hizo en su
momento?
H.M. Claro que
sí, y en las mismas circunstancias me hubiera alzado igualmente.
Pero nunca bajo el mando de Castro.
Yo no imaginaba que Castro fuera un hombre tan perverso. Yo mismo en
mis declaraciones de defensa hago una apelación a Fidel cuando
digo...salvemos la revolución. Yo pensaba… si a este hombre le queda
un poco de sentido del deber se puede evitar que esto se convierta
en un sistema totalitario. Valía la pena haber podido realizar
aquella obra que se le prometió al pueblo. Y él se hubiese realizado
como patriota, hubiese tenido la oportunidad de haberle ofrecido a
su pueblo un verdadero progreso social.
J.G.F. ¿Y en
cuanto a los fusilamientos?
H.M. Los
fusilamientos son una herida difícil de cicatrizar en nuestra
Historia. Aunque las ejecuciones se llevaron a cabo previo juicio, y
algunos de los acusados eran conocidos criminales sobre los que no
quedó duda de la culpabilidad de los mismos, el hecho de que fueran
juicios sumarios y de que los tribunales en muchos casos estaban
formados por personas que no eran las más aptas, que no tenían
experiencia, ni formación como jueces; que simplemente estaban en
esas funciones por el hecho de ser oficiales del Ejército Rebelde,
convirtió al supuesto medio de justicia en una peligrosa maquinaria
de exterminio.
Personalmente, siendo Jefe Provincial de Camaguey, y al igual que
los hombres que se encontraron bajo mi mando, hicimos todo lo que
estuvo en nuestras manos para evitar actos de injusticia. Se que la
velocidad que se le imprimía a los procesos, generó lamentables
desenlaces. Hubo casos en los que hubiera preferido que no se les
aplicara la pena de muerte. Pero el control de las decisiones estaba
muchas veces fuera del alcance de los mismos jefes de tribunales.
Hoy no es secreto que muchas de las sentencias ya estaban decididas
de antemano.
Pero eso era algo que no sabíamos. Esas fueron cosas que fuimos
sospechando y descubriendo. Y los que sentíamos rechazo y
repugnancia por semejantes métodos, nos comunicamos nuestra
preocupación y cada uno tomó la decisión que creyó pertinente para
evitar la conversión de algo que hubiera sido la solución del país,
en lo que desgraciadamente terminó siendo: el feudo de un dictador.
Es por eso mi carta de renuncia.
J.G.F. En la
actualidad las organizaciones de la oposición en Cuba han optado por
los medios pacíficos de lucha como un camino hacia la democracia. Y
son cada vez más los grupos de adentro y afuera de la Isla que
apoyan el rechazo a los métodos violentos.
¿Cree usted, en la validez del empleo de la violencia como medio de
cambiar el sistema?
H.M. Cuba ha
padecido tanta violencia que mientras menos, mejor.
Admiro y respeto la tenacidad de los grupos de la oposición. Es muy
difícil lograr una oposición pacífica en medio de una dictadura, que
no tiene escrúpulos en ejercer la más cruel represión contra sus
oponentes. Pero debo reconocer que en medio de esas dificultades,
con un coraje y una entrega impresionante, han conformado ese tejido
social, cada vez mayor, que es la oposición pacífica.
Sin embargo hay hechos y momentos que justifican la lucha armada. Es
el último recurso.
J.G.F. ¿Cuál es
su apreciación sobre los últimos acontecimientos que se dan en la
actualidad en Cuba?
H.M. Es obvio que
Raúl Castro está introduciendo algunas variantes para crear
expectativas y ganar tiempo sin alterar la naturaleza del sistema
totalitario en tanto se despeja la incógnita de quién será el
próximo Presidente de Estados Unidos.
Esas reformas
insustanciales sirven además para preparar el camino hacia un ensayo
de apertura siguiendo el modelo chino o el vietnamita. Pero la
crisis cubana es demasiado catastrófica y cargada de urgencias para
ensayar soluciones imitando tales patrones asiáticos. Tampoco
podemos ignorar que Cuba está a 90 millas de la nación más rica y
poderosa del mundo, donde además reside una emigración exitosa e
influyente que sigue paso a paso los acontecimientos de la isla; y
que, incuestionablemente, no será ajena al cambio hacia el
pluripartidismo, el Estado de Derecho y la economía de mercado.
J.G.F.
¿Cómo ve el futuro del país?
Lo ideal sería
que el cambio se produjera como consecuencia de una protesta cívica
no violenta liderada por los prestigiosos factores de la oposición y
de la sociedad civil en suelo cubano; y que los militares, en vez de
cumplir la orden de disparar contra el pueblo, se abrazaran a la
multitud para hacer realidad La Nueva República y dejar atrás la
miseria, el terror y la división de la familia cubana. Sea cual sea
el final de la tiranía, la nación cubana resurgirá de los escombros
materiales y morales heredados de la traición de los Castro.
J.G.F.
Quiero expresarle, en mi nombre y en el de mis colegas de la prensa
independiente, un sincero agradecimiento por haber aceptado esta
entrevista.
H.M.
El agradecimiento es mutuo. Considero que la labor que desempeñan es
valiosa y me siento muy honrado con la entrevista.
fuente;
Cubanet
inicio
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HIMNO NACIONAL

Fue el patriota Perucho Figueredo quien compuso, en 1867, la música
del Himno. Más tarde, en 1868, cuando las tropas independentistas
tomaron la ciudad de Bayamo, el propio Figueredo escribió la letra:
LETRA DEL HIMNO
AL COMBATE, CORRED, BAYAMESES,
QUE LA PATRIA OS CONTEMPLA ORGULLOSA;
NO TEMÁIS UNA MUERTE GLORIOSA,
QUE MORIR POR LA PATRIA ES VIVIR
EN CADENAS VIVIR, ES VIVIR
EN AFRENTA Y OPROBIO SUMIDO;
DEL CLARÍN ESCUCHAD EL SONIDO;
¡A LAS ARMAS, VALIENTES CORRED!
EN CADENAS VIVIR, ES VIVIR
EN AFRENTA Y OPROBIO SUMIDO;
DEL CLARÍN ESCUCHAD EL SONIDO;
¡A LAS ARMAS, VALIENTES
CORRED!
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