Elprimer
objetivo deeste Sitio es servir de
enlace para tantos temas cubanos
dispersos por la red y que en ocasiones nos pueden ser de gran
utilidad, es por eso que
si estas interesado en insertar algún
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dudes en contactar con nosotros.
LA HABANA ANCIANA
Ancianita abandonada,
sucias sus ajadas ropas, las que edificios vistieran,
pasados años de gloria.
Sus luces se han
apagado,
cataratas tras sus corneas,
empañados cristalinos,
visión que se deteriora.
Triste yace la
ancianita,
apagadas sus farolas,
sus pasos son vacilantes
por calles y aceras rotas.
Años de injusto
maltrato han opacado su aurora, el sol no se ve radiante, la
luna acongojada llora.
Gustavo
Villoldo ha decidido romper el secreto, en su primera
descripción pública del entierro del Che en 30 años, y su
historia contradice la versión cubana de cómo recuperaron
los huesos de Ernesto Guevara. Tan seguro como que
estoy aquí puedo decirle que sé exactamente cuántas personas
enterré y exactamente dónde las enterré''. Publicado
el domingo, 21 de septiembre de 1997 en El Nuevo Herald
"Yo
enterré al Che"
por JUAN O. TAMAYO Redactor
de El Nuevo Herald.
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Quien siembra
vientos recoge tempestades, lista de hombres fusilados
directa o indirectamente por Ernesto Guevara en su breve
paso por Cuba
>>
Entrevista realizada al Sr. Félix Rodríguez, testigo
directo de la captura del Che en Bolivia, nos narra la
historia de su vida, un verdadero testimonio autobiográfico
e histórico.
Oír
EL VERDADERO PERFIL DEL CHE MAS ALLÁ DEL MITO
REVOLUCIONARIO DE LOS 60, Y DEL MARKETING
“No hace falta hacer muchas averiguaciones para
fusilar a uno. Lo que hay que
saber es si es necesario fusilarlo. Nada más. Debe
dársele al reo la posibilidad de hacer sus descargos
antes de fusilarlo. Y esto quiere decir, entiéndeme
bien, que
siempre debe fusilarse al reo, sin importar cuales
hayan sido sus descargos. No hay que
equivocarse en esto. Nuestra misión no consiste en
dar garantías procesales a nadie, sino en hacer la
revolución, y debemos empezar por las garantías
procesales mismas”.
Instrucciones dadas por El Che a Miguel
Ángel Duque Estrada, lugarteniente del argentino en
la tristemente celebre Fortaleza de La Cabaña, en
los primeros meses del año 1959.
Trascripción
del Programa radial Magazine Cubano
realizado el domingo 17 de diciembre de 2006 en el
cual se entrevista al Sr. Javier Arzuaga, ex
Sacerdote Franciscano encargado de los servicios
religiosos en la Prisión de La Cabaña
en los primeros años de la revolución
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La Nostalgia del exilio
Al exiliado y al emigrante les persigue el recuerdo. A los
dos por igual: aunque el origen de la condición del primero
sea una fuga y la del otro un abandono. El exiliado mira más
desesperadamente al pasado, relaciona su desplazamiento con
la desgracia y no con la suerte, como hace el emigrante.
A ambos les obsesiona el regreso, pero con diferentes
intensidades. Para el exiliado se trata de una cuestión
moral que implica la restauración de un prestigio y el
merecimiento de una razón política, cuando no histórica o
religiosa. El emigrante regresa por método: la vuelta es un
recurso que restablece lo dejado en la frontera de las
nuevas adquisiciones.
Protagonista de los sucesos de la Embajada del Perú
Jorge
Ferrer: Tú naces en Oriente y te llevan a La Habana
de pequeño. ¿Cómo fue tu niñez en la capital?
Héctor
Sanyústiz: Yo nací en Oriente. Cuando llegué a La
Habana, con apenas 6 años, nunca había visto un juguete. El
primero que vi fueron unos patines de ruedas de hierro.
Después de verlos y quedar sorprendido, los sentí
estrallados en mi cabeza. De ahí en adelante, el guajirito
noble y sencillo se convirtió en un volcán en erupción.
Cuando se venía
de Oriente a La Habana, en aquellos tiempos tan difíciles,
no era muy fácil subsistir. El hambre y la miseria se daban
la mano. En San Miguel del Padrón, que fue donde me crié,
encontré una fuente de trabajo, un futuro, y por eso no
estudié, en contra del deseo de mis padres. Preferí trabajar
escondido y fingir que iba a la escuela. Lo que hacía era
madrugar y esperar a las prostitutas que regresaban de su
trabajo. Les preguntaba en qué podía ayudarlas
desinteresadamente, pero sabía que mi ayuda me iba a dejar
propinas. Se trataba de hacerles las compras que ellas me
ordenaban cuando abría la bodega a las 8 de la mañana,
mientras ellas dormían. También ayudaba a personas
incapacitadas, que tenían algún dinero. Nunca lo hacía
mostrando interés, pero sabía que mi recompensa venía detrás
del favor. De igual manera, ayudaba a quien no me diera
nada, porque eso me hacía feliz.